Restauración ecológica y repoblación, claves para salvar a la rana dorada de Supatá
Active Conservation Alliance (ACA) sugiere la creación de áreas de reserva privada, para iniciar proyectos de reforestación y reintroducción de ejemplares nacidos en cautiverio, para ayudar a recuperar las poblaciones de esta especie, catalogada como En Peligro Crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Este anfibio ya perdió el 90 por ciento de su hábitat.
En Supatá, una población situada a dos horas de Bogotá la capital de Colombia vive una rana dorada, un animal realmente muy pequeño, del tamaño de una almendra.
Desde siempre, los individuos de la especie han sido exploradores natos y percibieron muchas veces que ese territorio donde se instalaron, y se adaptaron espontáneamente, era un paraíso.
Allí saltaban en medio de las quebradas, conocieron las plantas del bosque, vigilaron a sus depredadores escondidos entre las ramas de algún bejuco, se reprodujeron cómodamente y se alimentaron sin reparos, usualmente de insectos, la dieta preferida de los anfibios.
A veces, reposaban por horas en los charcos que la lluvia solía formar entre las hojas de las bromelias, donde también aprovecharon para cuidar a sus crías.
Una vida normal y hasta ideal para un grupo de ranas doradas.
Sin embargo, hace unos años, las cosas comenzaron a cambiar y el hábitat que las resguardaba se transformó.
Los hombres que también han vivido por años en Supatá empezaron a talar el bosque para reemplazarlo por cultivos agrícolas que resecaron y contaminaron las quebradas. Las cosas se agravaron cuando ellos mismos, en algunos espacios, introdujeron ganado. Y es que las vacas, cuando se salen de control, aplastan todo lo que encuentran a su paso.
Muchas ranas doradas comenzaron a morir. Al punto de que la Unión Internacional para la Naturaleza (UICN) dice que, por el deterioro de ese hogar originalmente maravilloso, las pocas que aún sobreviven están En Peligro Crítico de extinción.
Apareció hace poco
La existencia de las ranas doradas se mantuvo oculta para la ciencia durante años.
Solo fueron vistas por primera vez en el 2005. Y su descripción, es decir, el estudio que llevó a los biólogos expertos a decir que eran diferentes a las demás y que solo habitaban en esos terrenos de Supatá (especie endémica que no puede verse en ningún otro lugar del mundo), se concretó solo hasta hace dos años, en el 2021. Desde ese momento, llevan con orgullo un nombre científico que las agrupa: Andinobates supata.
Recientes estudios dicen que más del 90% de aquel bosque donde se refugiaban ha sido talado. Y con un hogar tan pequeño y rodeado de tantas amenazas, su vulnerabilidad aumenta día tras día.
La rana también es atacada por el tráfico ilegal de fauna, liderado por personas que se encargan de extraer ilegalmente ejemplares del medio natural, para venderlos y llevarlos al exterior.
Reintroducción de ejemplares
Para mitigar la situación, se han propuesto campañas de sensibilización. Incluso, en Supatá, la comunidad ha comenzado a conocer y a cuidar la rana como un símbolo local, al punto de que fue construido un monumento en su honor en el parque principal del municipio y anualmente se hace un festival para resaltar su existencia. (Figura 1)
Figura 1. Poster del festival 2023 de la rana dorada
Pero, mientras nada de lo anterior ha mostrado resultados concretos, Active Conservation Alliance (ACA) junto a sus aliados del proyecto de conservación de Tesoros de Colombia, ofrecen algunas alternativas para tratar de recuperar sus poblaciones.
Una, desde ACA, sugiere poner en marcha procesos de restauración ecológica para el bosque de la rana.
Esto incluye, como un primer paso, la creación de una zona de reserva privada, desde la cual se lleve a cabo un trabajo de restauración ecológica y reforestación del bosque, complementado con trabajos de educación ambiental con los pobladores.
La otra alternativa es científica, que incluye avances concretos, liderada por Tesoros de Colombia.
Con el permiso de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) y de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), la empresa avanza hoy en una fase de experimentación para perfeccionar la reproducción de la rana en cautiverio, a partir de unos pocos ejemplares, llamados parentales, que fueron obtenidos en vida silvestre.
A partir de este trabajo, y cuando el nacimiento de las crías sea perfeccionado, se ejecutarían dos labores encaminadas a su conservación: de una parte, se exportarían algunos de esos individuos a Europa o Estados Unidos, para frenar el tráfico ilegal de la especie.
Esto último, que es una fase comercial que también debe ser autorizada por la ANLA, se transformaría en una oferta legal, obtenida con sostenibilidad, que produce un efecto dominó a favor del anfibio: porque se reduce el precio que se paga en el exterior por cada ejemplar, los acuaristas o coleccionistas pueden saciar su demanda sin acudir al mercado negro y el ‘negocio’ de quienes esperan traficarla pierde fuerza, en la medida en que comienza a existir una oferta autorizada con la que el tráfico no puede competir.
Obviamente, todo lo anterior es una actividad que genera recursos económicos, necesarios para mantener el funcionamiento de las instalaciones donde se crían los anfibios. Y se convierte en una alternativa que diversifica la economía y genera empleos.
Repoblamiento urgente
De alguna manera, este paso a paso, que es a su vez un proyecto de conservación y de generación de conocimiento, podría explicarse diciendo que el Estado colombiano le confía, a manera de préstamo, una serie de individuos de la especie a un grupo de expertos para que ellos los reproduzcan y no se extingan, una práctica usual en muchos países del mundo e incluso avalada por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), órgano que fomenta las transacciones y las inversiones en flora y fauna en países en desarrollo, incluidas aquellas que tienen que ver con recursos genéticos, asegurando al mismo tiempo su cuidado y mejoramiento a largo plazo.
Y es una labor que incluye un paso adicional que es donde la rana puede obtener un beneficio definitivo: por liderar este proceso de reproducción, Tesoros de Colombia realizaría, en el lugar en donde se hicieron las primeras colectas —o en otras zonas de Supatá previamente acordadas con las comunidades y la autoridad ambiental regional—, un repoblamiento de ejemplares de la rana dorada, que podrían ser la base para una recuperación a largo plazo.
Esto último se apalancaría con la propuesta ya planteada de ACA, porque ese repoblamiento se impulsaría desde aquellos terrenos de reserva que se recomiendan crear.
Tesoros de Colombia ya cumple con todas las fases descritas anteriormente —reproducción, comercio y apoyo a las especies en el terreno— y trabaja con diez especies de ranas colombianas, todas en situación de amenaza, entre las que aparecen Dendrobates truncatus, Dendrobates terribilis, Oophaga histrionica y Oophaga lehmanni.
A propósito: una reciente Evaluación Mundial de Anfibios, publicada en la revista Nature, ubicó a Colombia como el país del planeta con la mayor cantidad de especies de anfibios en riesgo —320— de un total de ochocientas que habitan en el territorio. Es por eso que resulta necesario actuar con urgencia, más si las opciones y las fórmulas para ayudar a las ranas nacionales, como la de Supatá, son conocidas y están planteadas.